No una, ni dos, sino tres entradas se dedican en este blog al análisis del precio y consumo de los medicamentos en España y su comparación con el de los países de nuestro entorno. En ellas se concluye en contra de ese catecismo vigente desde la noche de los tiempos que considera a los españoles una especie devoradora de medicamentos al ser éstos mucho más baratos en nuestro país. Puesto que acríticamente se acepta urbi et orbe que aquí en Hispania son mucho más baratos no puede ser sino esa hambre hispánica devorapastillas la que explique nuestro superior gasto público per cápita en medicamentos comparado con el promedio europeo. Por supuesto, el catecismo vigente no considera relacionado con ello el mayor envejecimiento poblacional español, ni nuestro mucho menor y decreciente durante décadas porcentaje efectivo de copago, el porcentaje creciente de medicamentos aprobados y prescritos de aportación reducida, ni el trasvase de la prescripción privada a la receta pública prevalente desde ¿siempre?, y tampoco el trasvase (desde ¿siempre? hasta la aparición de la prescripción informatizada) de la prescrición en receta verde a la roja, entre otros.
No quiero aburrir, tan sólo difundir nueva información publicada que sitúa el precio de los medicamentos en nuestro país en un puesto muy similar al de los países de nuestro entorno. Esta vez el trabajo procede de la Office of Health Economic (OHE) de Londres. Sus autores, con datos muy recientes (2005-2011), compararon los precios (Precio de Venta del Laboratorio) de los 250 medicamentos responsables de una gran parte del gasto en medicamentos prescritos en atención primaria. Es decir, de la prescripción ambulatoria excluyendo la farmacia hospitalaria. En España, estos medicamentos representaron el 50% del gasto en medicamentos en 2011, un porcentaje entre similiar e idéntico al que representaron en el resto de países estudiados.
Los autores, británicos, comparan el precio de los demás países con el del Reino Unido (100). Como se aprecia en la tabla, el precio en España es similar al de Italia, Finlandia, Francia y Reino Unido y muy próximo al de Austria y Países Bajos. En plena crisis económica* –recordemos que los datos alcanzan sus cuatro primeros años– con sus consecuentes rebajas de precios y márgenes, nuestros medicamentos (los que se usan, no los que están desde el Jurásico en el vademécum público y no se usan) no puede decirse que sean muchííííííísimo más baratos que los de nuestros vecinos europeos (exceptuada Alemania).
Lo lamentable es que todas las pruebas de que los precios españoles son similares a los europeos tengan que venir de fuera. Que yo sepa, ninguna administración sanitaria, ente académico o profesional en nuestro país ha indagado y publicado al respecto. Tan sólo la OCU en 2006 publicó un informe que también concluyó en contra del catecismo imperante. Y cuando un médico de cabecera dedica casi un año de su vida a revisar la literatura científica sobre el consumo de medicamentos en España (medido como se debe medir) y su comparación con Europa y lo publica no encuentra pruebas de la existencia generalizada de tal hambre devorapastillas entre los españoles.
Por lo tanto, cuidadín con vocear urbi et orbe el catecismo del "hambre medicamentosa" de los españoles porque “el hambre” a estas alturas de la crisis puede que sea de otro tipo, y el riesgo de que el vocero catequista meta la pata empieza a ser ya considerable. No andaba demasiado equivocado aquel director de la Agencia Española del Medicamento cuando en 2003 presumía de que nuestro sistema sanitario tiene la financiación pública farmacéutica “más generosa del mundo”. Pues bien, hay que darle la razón al Sr. García tras comprobar que entre 2003 y 2010 el 94% del gasto en medicamentos de prescripción en España corre a cargo del presupuesto público, el porcentaje más alto de los países de la OCDE y, probablemente del mundo. Esto no es intrínsecamente bueno ni malo, simplemente es. Más allá del "hambre medicamentosa", es algo que ayuda a entender por qué nuestro gasto farmacéutico ambulatorio per cápita destaca sobre el promedio europeo. Nada es gratis y la generosidad, como vemos, tiene un coste. Ser generoso con dinero público tiene eso… que es bueno para presumir... pero, naturalmente,... luego hay que pagarlo.
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* No me resisto a recomendar este documento sobre la crisis económica cuyos autores son Luis Ángel Oteo y José Ramón Repullo, tutulado: Europa y España: Crisis Económica y Proyecciones.